Crítica: «La Casa», de Paco Roca. La vida en los objetos

Que uno de nuestros mejores autores de cómic lance su nuevo trabajo es una noticia que se divulga en todos los medios afines. Si ese autor ha firmado obras de trascendencia y calidad contrastada como es Arrugas o El Invierno del Dibujante (por poner solo dos ejemplos), esa novedad se espera con mucha expectación. Pero si dicha obra está escrita y dibujada con el corazón, desde la experiencia, desde el recuerdo… toma una valor aun más trascendente.

Publicado por Astiberri, La Casa es el homenaje que Paco Roca brinda a su padre, zambulléndose en unos recuerdos gratos a veces y amargos otras, para conocer y entender a la persona que existe bajo ese rol paternal. Los recuerdos están atados a objetos, y a la vez esos objetos están atados a nosotros a través de ellos.

La primera página de La Casa es una historia por si sola. Compuesta por una sucesión rápida de viñetas nos golpea de forma sencilla y contundente. Tras el fallecimiento de Antonio, sus tres hijos deciden vender la casa de campo donde se había recluido en sus últimos años. Viudo, su única ocupación y preocupación había sido mantener la casa en condiciones y entretenerse con labores agrícolas en el pequeño terreno circundante. Pero ya ha pasado un año desde la defunción y la casa ha sufrido algunos desperfectos fruto de la dejadez. Esto les obligará a pasar unos días allí, reparando y acondicionando el lugar para su posible venta. La estancia en la casa, rodeados de recuerdos y reunidos por primera vez desde hace meses, obligará a estos hermanos a rememorar sus vivencias allí, junto a su padre…

Las sensaciones/sentimientos que provocará la lectura de La Casa en cada lector serán siempre diferentes. Cambiarán dependiendo de lo que cada uno haya vivido, de la edad, de la relación que tenga con su padre… Es una lectura que se puede repetir a lo largo del tiempo, con distintos resultados. Pero en todos será común la impresión de que La Casa nos muestra como los objetos y los lugares quedan impregnados de la esencia de sus dueños y de que son receptores y almacenadores de historias, de vida, de experiencias a las que no solemos dar importancia pero que terminan volviendo a nosotros y nos ayudan a comprender, con un mordisco adicional de reproche.

La Casa como símbolo mayúsculo de la familia. De que lo viejo queda atrás, de que se pierde si se olvida, y de que la vida sigue a pesar de todo. No seguiré por aquí, ya que cada uno sacará sus propias conclusiones a este respecto cuando el cómic le golpee, si lo hace. O le haga reflexionar, si lo hace.

Paco Roca se ha tomado su tiempo para desnudarnos una parte importante de su vida con ese estilo tan personal que tiene, de dibujos falsamente sencillos, de cuidados detalles que, precisamente en esta obra, cobran una importancia capital… fotografías, objetos de decoración, el olivo seco, la higuera que «no tira», la cisterna rota… todo tiene su importancia y su huella en el pasado de los protagonistas. Y el autor aprovecha estos recursos más allá de lo imaginable, obligándonos a volver a páginas anteriores para rememorar la primera vez que vimos o apareció este u otro objeto. Los personajes transpiran realismo, gracias a unas relaciones fraternales y conyugales escritas de manera muy efectiva y ágil, donde nadie desentona, ni los niños ni los ancianos… algo difícil de conseguir pero donde Paco Roca se mueve bien, que ya lo ha demostrado con creces anteriormente.

El cómic se presenta en formato apaisado y la composición de página, también ciertos «experimentos gráficos», son divertidos, interesantes y llamativos… como esa página donde aparece un contenedor lleno de objetos que van a tirar y de dichos objetos brotan viñetas donde se muestra un recuerdo relacionado. O las viñetas colocadas de manera opuesta en una página, donde padre e hijo aparecen con distintas edades. O aquella en la que están arreglando el techado y se concatenan las viñetas verticales. Hay cien ejemplos.

La Casa, de Paco Roca, es un cómic de lectura obligada para todo aquel amante del medio que guste de las historias serenas, reflexivas y emocionales. No solo es un cómic que mantiene al autor en lo más alto del panorama nacional y que no decepciona a sus seguidores, es un cómic que consigue conectar con aquel que lo lee… y si encima te despierta algunos recuerdos o vivencias (que no sería raro), es un cómic que no olvidas.