Reseña: «Las Crónicas de Narnia VI: La silla de plata», de C. S. Lewis
Resumen de la Crítica
Valoración
“La silla de plata” versa sobre las aventuras de Eustace Scrubb, que ya conocimos en el anterior libro, junto a su compañera Jill Pole en el mundo de Narnia. Escapan de un grupo de niños que les querían pegar y Aslan los envía a su Reino, donde les encarga una misión: encontrar al desaparecido príncipe Rilian, hijo de Caspian X. Junto a Charcosombrío, un Meneo de la Marisma, se embarcan en una serie de aventuras que marcaran sus vidas para siempre.
Es el cuarto libro publicado por C. S. Lewis, pero el sexto en orden cronológico. Es, por tanto, el penúltimo de la saga. Por supuesto, el anteriormente citado Caspian es el protagonista de “La travesía del viajero del alba”, por tanto se sitúa 50 años después del anterior libro de Las Crónicas de Narnia.
Eustace y Jill, aconsejados por el improvisado parlamento de búhos, se dirigen al norte al país de los gigantes con el fiel Charcosombrío, un personaje del todo pesimista hasta la hartura. Sin embargo, conforme avanza la obra, irá dejándose llevar por el optimismo de sus compañeros y verá en su fidelidad una senda hacia la felicidad. Con eso me refiero a que, en los momentos más duros, aprenderá a sacar fuerzas de su interior para hacer frente a la oscuridad y, con ello, dejar de lado la que él mismo se inventaba.
Tratando el hilo argumental, consiste en el viaje de estos tres personajes, guiados, por cierto, por cuatro señales de Aslan. El primer lugar en el que acaban es el de la ciudad de los gigantes, donde los tratan con mucho honor pero con el oscuro plan de comérselos en el banquete del día siguiente. Es curioso como Lewis muestra a muchos de estos seres como si estuvieran arrepentidos de querer comérselos. Plantea la cuestión moral de manera bastante irónica del caso de, por ejemplo, Homer Simpson y el crustáceo que se compró y cuidó con mucho cariño, para luego no querer comérselo (que era el motivo de su compra).
Por supuesto, logran escapar de milagro de ahí, dándose cuenta de que, en las ruinas que se hallaban frente a la ciudad, estaban inscritas las palabras “dentro de mí”. Recordando la tercera señal de Aslan, se adentran en las entrañas de las ruinas para escapar de sus perseguidores y acaban en una serie de cavernas subterráneas donde viven una raza de gnomos que se encuentran a las órdenes de la Bruja de la Saya Verde.
Y sobre esta Bruja hay mucho que hablar, puesto que ya en el libro de “El príncipe Caspian: retorno a Narnia” se mencionó la posibilidad de resucitar a la Dama Blanca, responsable de los Cien Años de Invierno cuyo final se zanja en “El león, la bruja y el armario”. Bien, pues los editores más actuales de la saga parecen apoyar que la Bruja de la Saya Verde es, ni más ni menos, que la Dama Blanca resucitada. De hecho en este mismo libro se hace constar en más de una ocasión que la Bruja es del mismo tipo que la Dama. Pero esto no ha sido confirmado por Lewis, aunque a mi parecer era un punto importante a tratar… lo cual da a pensar que quizá lo dejó en suspense a propósito.
A destacar la presencia de un gigante llamado el Padre Tiempo, dormido en una caverna hasta el Fin de los Tiempos, pues su existencia será importante en el siguiente y último libro de Las Crónicas de Narnia.
Allí se encuentran a Rilian, que cada día era encadenado a una silla de plata (de ahí el título) por la noche porque el hechizo que lo había mantenido bajo el yugo de la Bruja por diez años se debilitaba temporalmente. Sin embargo, cuando Eustace, Jill y Charcosombrío lo liberan de las ataduras, aparece la Bruja y los intenta embaucar haciéndoles creer que no existe un mundo ahí fuera, sino sólo las oscuras cavernas en las que se encuentran. Con esto, C. S. Lewis hace una clara mención a la parábola de la Cueva de Platón, culminando con la afirmación de Charcosombrío de que, aunque crea que el mundo exterior es una ilusión, en su mundo real no hay nada con un valor comparable.
Entonces, la Bruja se convierte en serpiente y los ataca. Aquí, una vez más, el autor muestra una indirecta hacia el cristianismo, pues la serpiente primero los tentó y luego los atacó, como ya hizo con Eva en el Jardín del Edén. Además, la figura de Aslan bien podría hacer referencia a Dios con sus mandamientos (señales) mientras que la Bruja y la Dama Blanca al demonio.
Al final, logran escapar y Rilian vuelve a Cair Paravel justo a tiempo para ver el último hálito de vida de su padre. Entonces, Aslan lleva a Eustace y Jill de vuelta a su Reino, donde está el cuerpo de Caspian. El león insta a Eustace a que le clave una espina en una pata para su sangre fluya por encima del rey. De esta manera, Caspian no sólo recupera la vida sino también su juventud.
Así pues, Caspian, Eustace y Jill vuelven al mundo real y se encargan de la banda de niños que les iban a hacer daño al principio de la obra. Finalmente, Caspian vuelve al Reino de Aslan para, quizá, vivir allí eternamente.
Un libro repleto de segundos significados intrínsecos en la propia trama, muy profundo y con escenas bastante emocionantes. Una vez más, Lewis nos demuestra que es capaz de crear un mejor libro de Narnia si no muestra como personajes principales a los hermanos Pevensie, pues salvo en el primer libro en que aparecieron, su presencia nunca ha mejorado la mediocridad. Eustace y Jill se muestran como unos personajes profundos y que demuestran estar a la altura del argumento.