Crítica: la Muerte de Superman, de D. Jurgens, R. Stern y varios autores.
Resumen de la Crítica
General
Guión
Dibujo
Personajes
Historia
Edición
"Juicio Final...¿está...? ¿está...?"
Se disfruta de principio a fin aún el paso del tiempo, grandísima propuesta de acción desatada con un final tremendamente épico que se lee de maravilla a día de hoy.
Periódicamente las historias grabadas a fuego en la memoria colectiva comiquera vuelven con nuevas reediciones para que siempre estén disponibles, para bien de nuevos lectores, nostálgicos completistas, coleccionistas de formatos o veteranos desconocedores por motivos varios y para mal de especuladores. En este caso le ha tocado a un clásico instantáneo, desde el minuto uno. Un cómic que mirando para dentro tuvo efectos para fuera, que cambió para siempre la idea inmovilista en que los grandes no podían desaparecer. La muerte de Superman. Sí, Supes murió y desde entonces, sin solución de continuidad, inspiró desenlaces fatales para otros pesos pesados. A Batman le rompieron la espalda, Green Lantern enloqueció llevándose por delante Coast City y el Spiderman de los últimos 20 años era un clon. Sí, estaba la muerte de Jean Grey, Flash y Supergirl, pero la muerte del kryptoniano absorbió todo eso y más, allanando el camino a aquellos autores que quisieron cambiar para siempre el statu quo de otros personajes capitales como los ya citados. Vuelve La muerte de Superman a nuestro país. Vuelve el Doomsday primigenio, el desconcertante, la idea más arriesgada, el look más siniestro que se había mostrado jamás en la más histórica serie de súperhéroes de todos los tiempos: Superman. Es curioso que aún recuerde cuando los medios generalistas daban la noticia de que Superman moría, si bien siendo quien es y el falso índice de mortalidad del género súperheroico, uno daba por sentado su vuelta. Pero es curioso que 23 años después tenga el recuerdo de la noticia más que de su lectura. A pesar de eso el comic lo descubrí bastantes años después, casi a finales de los 90 y como curiosidad morbosa más que por afición al personaje, ya que nunca he sido muy de Superman, no porque la calidad de sus historias no fueran buenas, sino por su inabarcable trayectoria histórico-editorial picoteando las sagas más citadas (que no por eso son las mejores, quedándome sin conocer seguramente clásicos injustamente olvidados) y que siempre aparecen en las listas, pero que se le va a hacer. Uno no puede leerlo todo.
El caso es que siendo tan anecdóticos mis puntuales encuentros con el personaje apenas recordada esta historia, más allá del impactante nº 75 USA de Superman que aportaba una splash page en cada una de sus páginas, con ese final abrupto, que cortaba la respiración aún sabiendo el título de la saga y con un fundido en negro muy televisivo. Eso significa que no recordaba la presentación de Juicio Final y el secretismo que escondía. Siendo un cómic que tiene más de 20 años, con los dejes de la época, y con la premisa de ser leída casi como si fuera la primera vez, un escalofrío sacudía mi espalda porque, si bien Supes, como he dicho, no era mi más más favorito, si quería a su encarnación Reevesniana que fue por respeto a esa imagen canónica por lo que en su día me leí el comic que trataba su muerte. Resultado: más que satisfactorio a pesar de que desde luego sus formas se alejan de lo que a día de hoy se conoce como comic books de superhérores, sin que eso sea ni bueno ni malo, puesto que las grapas de ahora tienen luces y sombras. Pero aún así, y desde una perspectiva actual tiene muchos y respetables valores. Más de los que podía imaginar al reencontrarme con este mito del comic.
Antes de explicar estas ideas lanzadas, decir que de la nada surge un ser indescriptiblemente poderoso, silencioso y agresivo con un objetivo: destruir todo lo que se encuentre a su paso con una última parada, Metrópolis y Superman. El protagonista y la Liga de la Justicia intentarán detenerlo fracasando contundentemente y dejando al Hombre de Acero sólo ante el peligro lo que desembocará en un espectacular combate.
No puede ser más simple la sinopsis. Y ese es uno de los valores a los que yo me refería, que dan empaque al arco desde la mirada de un viejuno lector de tebeos. No hay un sacrificio del héroe contra una amenaza universal en el espacio exterior con reflexiones internas en plan despedida de sus seres queridos etc. etc, dejando atrás a toda la galería superheroica del cosmos DC. Esto es un conjunto de hondanadas de hostias una detrás de otra, de principio a fin, contra un tío del que no se sabe nada, pero nada de nada (sí, luego más adelante se explicará que tenía vínculos con Krypton y demás) y cuyas motivaciones son desconocidas, más allá de destruir porque sí. Desde luego que esa premisa tan poca pretenciosa para contar la muerte del mayor superhéroe de la historia es tan valiente y original que huele a nuevo, aún transcurriendo más de 20 años de su idealización.
Más cosas, y siguiendo el hilo con lo anterior. Doomsday y su impresionante diseño. En primer lugar aparece embutido en una especia de combinación entre traje anti radiación atómico, de buzo y esterilizado tan ajustado que desconcierta, para poco después, despacito y con buena letra, irse despojando del mismo para enseñar breves rasgos de un físico monstruoso y brutal con una cantidad incierta de huesos que se prolongan más allá de su piel y mandíbula, que visto a día de hoy impacta como el primer día. Una creación gráfica absoluta.
Y desde luego su aspecto formal. Una secuencia narrativa lineal, sin saltos en el tiempo, prácticamente sin elipsis, prácticamente se cuenta a tiempo real. Del punto A al punto B, siguiendo a una criatura gigantesca que destroza todo a su paso. Cierto es que habrá ligeras pausas en la acción para conocer el punto de vista de los secundarios ilustres del universo superman (Lois, Jimmy, los Kent, ese Luthor clonado con melena y barba, una Supergirl de plastelina y la JLA, estos últimos recibiendo de lo lindo). Una historia que va al grano desde el principio, sin comeduras de cabeza, más allá de la responsabilidad que entraña y que deja al personal en shock.
Pero aún hay más. La transparencia y honestidad en mostrar la monstruosidad si algo así puede alojar esos conceptos sin ser contradictorios. Y es verdad, este pavo es una máquina de matar y punto, nada de móviles personales, pasionales o económicos. Se quiere cargar a todo quisqui y punto. Y no hace falta buscar más explicaciones a tenor de cómo actúa. Y eso demuestra una habilidad en los escritores (luego nos referiremos a ellos) muy destacable. Si fuera uno de los villanos clásicos, tipo Luthor, Braniac o Bizarro tendría que encajar con sus últimos momentos en lo que a continuidad se refiere, que sea coherente con sus respectivas trayectorias, etc. Pero al ser un tipo creado ad hoc no puede ser esta decisión más inteligente. Y eso en pleno 2015 es un concepto genial.
Y otra cosa, si se presenta algo así no pude quedarse en representar destrucción material. No, los daños colaterales deben ser también personales, y los asesinatos tan explícitos de los agentes de la ley así como de los civiles impactan teniendo en cuenta que estamos ante un cómic de primeros de los 90 y en un comic de Superman!!, el comic súper heroico más blanco de los blancos. Y esas imágenes, vuelvo a insistir, 23 años después, llaman la tención aunque en el tebeo actual se presenta cada día. Impresionante.
Cuatro escritores se encargan del tema: Dan Jurgens, Louise Simonson, Jerry Ordway y Roger Stern. Una sonrisa se dibujó en la cara de este quien escribe cuando se presenta a Doomsday en unas breves páginas del Superman: The Man of Steel nº 17. Y comento esta anécdota por una razón. Un brazo enorme golpea una estructura con un “Kranaang!” continuo en cada viñeta cuyo guante se va rajando para mostrar un puño con unos afilados huesos saliéndose de los nudillos (sí, recuerdan a otro personaje de la competencia). Está claro que la Sra. Simonson tomó buena nota de las primeras páginas del Thor de su esposo Walter cuando arrancó su etapa del dios nórdico con aquel constante “Doom!”. Sin descartar ese Roger Stern y su “Nada puede parar al Juggernaut” pero mucho más salvaje y sin contención.
Siguiendo con una coherencia editorial muy acertada y disciplinada, todos y cada uno de los escritores, todos muy experimentados en estas lides, escriben como uno sólo. Parece mentira que esté escrita por cuatro cabezas pensantes como si fueran una. Desde luego que se lo tomaron en serio como no podía ser de otra forma, culminándolo con la traca final tan recordada gracias a una estructura de alucine: 26 splash page y una doble página. Ahí está la muerte del mito. Hay que apostar por la espectacularidad y hay que hacerlo sobre seguro. Se debe recordar esta historia para siempre y puestos en el final, vamos a narrar el combate definitivo con tal grandeza que la página se quede pequeña, que el lector deba acudir a su imaginación para formarse una idea de lo que rodean todos sus momentos. Como si uno estuviera viendo una escena cinematográfica rodada en plano secuencia. Espectacular.
Todos mis respetos para los dibujantes (Bogdanove, el propio Jurgens, Grummet y un más que capaz Jackson Guice), uno mas limitados que otros todos en mi opinión, pero que debieron darlo todo. Si era lo que podía ofrecer DC en ese momento pues adelante. Que la obra con un mismo dibujante y con un primer espada a lo John Byrne en su mejor momento habría sido la repanocha, también, pero el menos no usaron dibujantes minimalistas sino narradores capaces, algo feistas y desproporcionados, pero que lo dan todo para conseguir la épica que esta historia necesita. Aún así narrativamente funcionan perfectamente y para nada se hace difícil disfrutar de la acción. Y además, si la clave es Doomsday su presentación se resuelve sin problemas.
Muy satisfactoria la recuperación de esta historia. Se disfruta de principio a fin aún el paso del tiempo, grandísima propuesta de acción desatada con un final tremendamente épico que se lee de maravilla a día de hoy y con una presentación de personaje tanto en diseño como en leitmotiv espectacular y rotundo.
La Muerte de Superman. ECC Ediciones. 167 páginas. Color. Cartoné. Edición: Agosto de 2015.