La distopía del mes (XXXIII): Rollerball
Rollerball ¿un futuro próximo? (Rollerball, 1975) es una película dirigida por Norman Jewison y protagonizada por James Caan, basada en la novela corta Rollerball Murder, de William Neal Harrison . Rollerball se ha convertido en una película de culto, una referencia dentro del subgénero distópico, que ha propiciado la creación de títulos como La carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000, 1975) y un olvidable remake en 2002 por parte de John McTiernan.
El director
Norman Jewison es un director y productor de cine, responsable de títulos como En el calor de la noche (In the Heat of the Night, 1976), El violinista en el tejado (Fiddler in the Roof, 1971), Hechizo de luna (Moonstruck, 1987) o Huracán Carter (The Hurricane, 1999). Ha estado nominado varias veces a los premios Oscar, llevándose en 1999 el premio honorífico Irving G. Thalberg a toda su carrera. Su última película es La sentencia (The Statement, 2003), protagonizada por Michael Caine.
La trama
En el año 2018, el mundo está controlado por Corporaciones. Un violento deporte llamado rollerball se erige como principal forma de entretenimiento global, y las Corporaciones manejan los hilos del juego para controlar a la población. Jonathan E. es el mejor jugador de rollerball que ha existido jamás; sin embargo, su popularidad comienza a alcanzar unas cotas que sobrepasan al propio juego, por lo que se le ofrece una retirada. Sin embargo, Jonathan tiene sus dudas al respecto, lo que le llevará a una dura confrontación con la realidad.
La distopía
El mundo está absolutamente dominado por las corporaciones de empresas. Más que dominado, podría afirmarse que se han adueñado de él. Proveen de servicios y comodidades a la población, con una sola condición: que cada persona desarrolle el papel que se le ha asignado dentro del engranaje social. Todo está medido y diseñado para mantener un fuerte control sobre cada individuo, y la cúpula de poder no está identificada en absoluto. El rollerball se erige com un instrumento social, clave para mantener la situación tal y como está.
La crítica
Rollerball comienza con Tocata y fuga en re menor, BWV565, mientras se realizan los preparativos para un partido. Este inicio es tan bello como inquietante, y genera una extraña y peculiar atmósfera que se mantiene intacta en la mayor parte del metraje. Esta secuencia nos permite contemplar el diseño de decorados, con un marcado estilo setentero, que inevitablemente lleva al espectador a recordar otras distopías como La fuga de Logan (Logan’s Run, 1976) o La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), esta última nada casual, ya que es una referencia admitida por el propio Jewison.
Douglas Slocombe, director de fotografía de la clásica trilogía de Indiana Jones, realiza un gran trabajo, dotando a la película de una estética propia, a medio camino entre el lujo y la decadencia, idónea para la historia que nos ocupa.
La hábil dirección de Jewison muestra su máximo potencial durante los partidos de rollerball, logrando una tensión indiscutible en el espectador. Desde luego, es de valorar la complejidad técnica de su desarrollo, que aún tiene capacidad para dejar boquiabierto a más de un espectador. La parte negativa de ello es que hay un contraste excesivo con respecto a las secuencias de fuera de la pista, que pueden resultar algo aburridas en comparación. Quizá hiciera falta un nexo de unión más efectivo entre los dos ambientes, para evitar una diferencia tan evidente entre ambos.
El valiente Jonathan E. está encarnado por James Caan. Este actor estadounidense es conocido por trabajos como Misery (1990) o su participación en la serie Las Vegas (2003), y ha sido nominado al Óscar por su papel en El Padrino (The Godfather, 1972). Es un actor muy carismático, y en Rollerball demuestra una vez más su faceta de tipo duro sin renunciar a una magnífica interpretación.
Rollerball es, ante todo, extremadamente entretenida. La historia parece flojear en algún momento, pero consigue mantenerse hasta el final, dejando al espectador que capte el significado del juego, si es que en algún momento lo es. Si bien es cierto que es más simple que otras obras del género, es también más digerible por todo tipo de público, lo que la convierte en una excelente puerta de entrada al cine distópico.