Crítica: Hanzo, el Camino del Asesino vol. 4. Buda Revolution

Continuamos con la crónica del que será el primer Tokugawa en la línea del pasado volumen con un Hanzo como absoluto protagonista, con pequeñas pildoritas de Ieyasu, pero aunque relevantes, más testimoniales, aunque siempre en pro de alcanzar sus metas. En este sentido, y puesto que la obra lleva el nombre del primero y no del segundo, ya se observa que definitivamente será este quien cargue con el peso de la obra, siendo a través de su mirada lo que acredite la intención de los autores de narrar un relato historico-ficción más que propiamente histórico. Porque efectivamente, aquí vamos a ser espectadores del primer momento crítico de Ieyasu hasta el punto que su destino puede resultar frustrado sin posibilidad de conseguir una segunda oportunidad. Y la clave del éxito radica en Hanzo y no en su señor.  Este primer gran brete en el que se probará a Ieyasu, nos abrirá las puertas a zonas antes desconocidas de la trama, la de la población civil y las órdenes budistas. Hasta ahora, entre guerra y palacio, se había desarrollado el mundo de los suppa o ninjas, los samuráis, el de los daimyos. Ahora por fin se desarrolla un aspecto ligeramente tocado anteriormente que es el de la ciudadanía y las órdenes religiosas. No a través de personajes nuevos sino siempre a través de los clanes, pero sí al menos como novedad comprobaremos el peso que la religión tiene en el pueblo y entre las familias.

Antes de comentar esa circunstancia, tendremos el desenlace del combate físico y mental entre Hanzo y ese pedazo de personaje que es Kato el Milano, con quien tanto hemos aprendido del universo ninja y del peso tan importante que tienen entre las élites políticas. Este fragmento, que en su desarrollo se desmarca de la historia río iniciada desde el primer volumen, perfectamente podría funcionar al margen de la saga. Como un medio relato que forma parte de un largo, funciona por sí misma. Una lucha a muerte entre lo viejo y lo nuevo, con independencia de que su conflicto sirva a distintos propósitos políticos, mera excusa para que estos dos colosos se alcen o sucumben desde una posición de absoluta igualdad. Donde se medirán hasta las últimas consecuencias, sirviéndole a uno como superación personal habida cuenta su juventud y al otro, como superación definitiva por su veterana trayectoria en sus últimos días.

Liquidada esta genial trama nos adentramos por fin en ese problema inesperado en que se encuentra Ieyasuo que no es otro que la presentación de estas órdenes budistas radicales que pueden ponerle en jaque como la casa más temible. A modo de revolución religiosa hará temblar todo el poder conseguido por este en el campo de batalla, y es un frente desconocido por el imponente Ieyasu. Aprendiendo la lección de que no puede subestimar a su pueblo, se verá envuelto en una espiral de difícil salida. No sabrá quién es amigo o enemigo, que casa le apoya y cual no, jugando Hanzo una baza importantísima para sacar a su señor del problema. A partir de aquí entraremos de nuevo en materia de estrategias e intrigas políticas, donde los agentes en la sombra (como es Hanzo) serán los únicos que desequilibren la contienda.

Pero precisamente hay que hacer de necesidad virtud y ahí volveremos a ver la capacidad improvisadora de Ieyasu, donde verá que con esa crítica situación puede matar dos pájaros de un tiro, provocando nuevos movimientos en el tablero de juego a su favor. Y ello en la persona de Hanzo, el multiusos, haciendo gala de una infinitud de recursos a fin de sacar a su señor  las castañas del fuego.

La obra nos sigue ofreciendo enormes momentos, los combates tanto físicos como psicológicos entre Hanzo y Kato son extraordinarios, con frases y dialógos sencillos pero contundentes, seguiremos presenciando la evolución del matrimonio formado por Hanzo y Tsukumo y las reflexiones del primero al respecto tan profundas, siendo esa su principal arma contra su adversario. Veremos el crecimiento de su relación con Ieyasu a quien respeta ya en grado divino, tramas que por su estructura enganchan como la principal serie televisiva del momento, que impedirá apartar la mirada de la lectura hasta que ya no haya más páginas por leer y esperando la continuación, como si de la siguiente temporada de Juego de Tronos se tratara.

Por haber hay hasta suspense. El último tramo del volumen será un quiero y no puedo constante donde el lector acabará enganchado esperando el giro que ponga las cosas como uno espera que van a quedar, pero oye, que esto no llega, que cada vez hay más problemas, que los adversarios de tontos no tiene un pelo….

Hay que recordar que esta obra data de 1978 a 1984, y el ritmo narrativo del continuará desasosegante que tanto se ve actualmente, lucía en todo su esplendor en la que nos ocupa. Porque no hay capítulos autoconclusivos, hay tramas más o menos cerradas, como la de Kato y Hanzo, pero la sensación de que el objetivo es el ascenso de Ieyasu como Shogun, provoca que esto deba ser ahorrado (como no pasaba por ejemplo con el Lobo Solitario, que alternaba historias cerradas autoconclusivas y la historia río principal).

La obra sigue en un espectacular estado de salud, no aburre, no repite conceptos, siguen los maravillosos giros, y el desarrollo de unos personajes bárbaros, escritos de una menera portentosa.

Hanzo, el Camino del Asesino vol.4. ECC Ediciones. Rústica con sobrecubierta. 462 pags. Fecha de edición: Abril de 2015.