Reseña: “Las voces de las hormigas” de Ramón Cerdá

Esta supone mi tercera incursión en el particular universo de Ramón Cerdá, la tercera de sus novelas que me he leído hasta ahora y sin duda la más difícil y la que más me ha costado leer, quizás porque a pesar de tener subtrama paranormal, el cuerpo de la historia es muy real, tal vez demasiado.

«Las voces de las hormigas» es una novela de personajes, una vez más difícil de etiquetar dentro de un solo género porque son muchas las tramas que se desarrollan y cada una toca un ámbito diferente, siendo una novela de misterio, pero también policíaca, un thriller o una historia de fantasmas.

Una vez más y como ya ocurría con «El síndrome del delfín», esta novela como obra de Ramón Cerdá que es,  tiene  un protagonista incómodo, un juez muy alejado del ideal que nos venden las novelas de John Grisham o el cine americano, un hombre con una peligrosa adicción que como ocurre con todas las adicciones, termina por convertirse en el centro de su vida.

Por que una adicción es una enfermedad física, psicoemocional y espiritual en el ser humano. Definida así por muchos programas de recuperación y determinada como tal por la Organización Mundial de la Salud.

En el sentido tradicional, es una dependencia hacia una sustancia, actividad o relación (codependencia) que arrastra a la persona adicta por el suelo con tendencias obsesivas – compulsivas. Está representada por los deseos que consumen los pensamientos y comportamientos (síndrome de abstinencia) del adicto, y estos actúan en aquellas actividades diseñadas para conseguir la sensación o efecto deseado o para comprometerse en la actividad deseada (comportamientos adictivos).

A diferencia de los simples hábitos o influencias consumistas, las adicciones son “dependencias” que trae consigo graves consecuencias en la vida real que deterioran, afectan negativamente, y destruyen relaciones, salud (física y mental), además de la capacidad de funcionar de manera efectiva. Adicción es debilidad. Etimológicamente el concepto proviene del latín addictus que significa o hace referencia a “esclavo de..”.

La forma en la que Cerdá describe la adicción de este personaje me parece destacable por que el autor logra transmitir con palabras toda la sordidez, impotencia, frustración, desorientación y miedo por los que una persona adicta pasa a diario y lo hace una forma tan convincente que debería ser de obligada lectura en las escuelas a  modo de prevención.

Pero a lo largo de unas 400 páginas son varios personajes más los que desfilan en una lectura que nos lleva a través de cada uno de ellos y su vínculo con la trama principal, aunque en principio podemos pensar que es previsible lo que acontece no debemos confiarnos pues es conocida la maña del autor para dar vuelta a todo lo que podíamos pensar y devolvernos otra cosa totalmente distinta.

Destaca principalmente el sentimiento de gran “bola de nieve” en el que vemos a los personajes complicarse la vida más y más a cada página generando en el lector un sentimiento de angustia hacía el devenir de los mismos y el resultado o las consecuencias que traen cada una de sus decisiones, cada uno de sus actos.

Es un retrato sobre como el recorrido vital de cada persona determina su presente, como ese pasado que crees haber dejado atrás puede volver en cualquier momento, casi siempre de la forma menos oportuna y el autor consigue captar esa idea en forma de pesadilla ya sean plausibles o meramente intangibles casi a modo de homenaje al It de Stephen King.

No querría concluir esta reseña sin dejar claro que a pesar de su subtrama paranormal, esta es de las tres novelas que he leído del autor (Confieso y El síndrome del Delfín fueron las anteriores),  la más realista y con la historia más humana para bien y para mal, porque en ocasiones, las miserias humanas pueden ser más terroríficas que el más temible de los fantasmas.