Crítica: «La Muerte de Lobezno», luto con fecha de caducidad.

Nos faltarían dedos en las manos para contar las veces que el bueno de Logan pasó al otro mundo. Debe ser más fiero e inestable en el Más Allá, porque siempre lo mandan de vuelta. Ironías aparte, no nos engañemos: Lobezno es uno de los personajes más rentables de Marvel y, prescindir de él para siempre sería, como poco, una maniobra estúpida.

Sin embargo, esta vez no dejan de repetir que ahora va en serio. No vamos a ver al mutante de las garras de adamantium en una buena temporada… ¿os lo creéis? Teniendo en cuenta que en breve comenzará la saga Secret Wars, en la que se cruzarán diferentes tiempos y mundos, me atrevería a apostar que no vamos a ver a Lobezno, sino un nutrido grupo de Lobeznos… Además, el anunciado reboot del Universo Marvel, tras esas Guerras Secretas, propiciará el regreso de Logan. De todas formas, esto son elucubraciones de un lector descreído, forjado y curado de espanto, tras ver como estas supuestas muertes pronto quedan en el olvido y esos supuestos cadáveres reaparecen vivitos y coleando (y en este caso, cortando)

Centrándonos en esta miniserie, La Muerte de Lobezno, guionizada por Charles Soule y dibujada por Steve McNiven con los entintados de Jay Leisten, consta de cuatro números más un spin-off en el que vemos como se toman la muerte de su compañero algunos hombres-X.

Logan ha perdido su factor curativo y se encuentra completamente vulnerable ante la legión de enemigos que a lo largo de su dilatada vida ha ido forjando. Estos, que no tardan en enterarse de la merma que padece, se organizan y le atacan no solo por el ansia de venganza, sino por una cuantiosa suma de dinero que alguien ofrece por su cabeza. Pero nuestro mutante favorito no es de esos que se sientan a verlas venir. Le sobran arrestos para tomar la sartén por el mango y embarcarse en la búsqueda de aquel que tanto desea verlo morir. Con esta simple premisa Charles Soule nos embarca en un paseo por la vida de Lobezno. Visitaremos los enclaves más característicos en su vida, como son Madripur, Japón… y algún otro que preferimos guardar para no chafar la sorpresa. Lo mismo pasa con algunos aliados y enemigos que marcaron su pasado y van a estar presentes, sirviendo también para conformar un fugaz resumen de sus más de 40 años de historia. En solo cuatro números… Ya os podéis imaginar el resultado: sabe a poco.

Soule, además, quiere imbuir de un aura especial esta historia. Quiere que sea algo épico y emotivo, algo que se recuerde. Pero falla estrepitosamente. Nadie se cree que este sea el final de Lobezno. Nadie. Por lo tanto, ese carácter melodramático y grandilocuente queda diluido ante lo que todos sabemos que es humo. ¿Quiere decir esto que sea una mala historia? A mi no me lo ha parecido. En realidad he disfrutado con su lectura, que se me ha hecho entretenida y trepidante. Sin duda, contribuyendo la periodicidad semanal estrenada por Panini a que no perdamos el interés. Bien contada y variada en cuanto a personajes y situaciones y, además, apoyada por un magnífico dibujo. Si a esto le sumamos un quinto número también divertido y variado, y con algunas frases memorables (estupenda la historia de Cíclope, guionizada por Jeff Loveness, eso sí es emotivo!) tenemos una serie limitada amena y disfrutable, con algunos buenos momentos, y que pone punto (y aparte) a uno de los personajes más queridos, valorados y explotados de Marvel.

Les rogaría a las mentes pensantes de la editorial que no intenten vendernos más historias trascendentales de Logan, que se limiten a divertirnos con ellas y no a intentar convencernos de algo incierto. No deja de ser un movimiento empresarial, sobra ver la cantidad de series que surgen de la muerte de Lobezno, y como tal maniobra comercial lo podemos entender… pero que no nos tomen más por lectores ingenuos. Ni está aquí Jim Starlin, ni este es el Capitán Marvel.