Críticas de cine

Crítica: «Piratas del Caribe: En mareas misteriosas». ¿Película o capítulo de relleno?

Resumen de la Crítica

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Salgo de la sala de cine preguntándome quién ha sido el ser cruel que, bautizándola con el mismo nombre, ha querido vincular esta película a la que probablemente haya sido la saga de piratas más grande de todos los tiempos.
 
Piratas del Caribe: En mareas misteriosas”. Así han llamado a esta especie de secuela de relleno que absolutamente nada tiene que ver con sus predecesoras y que más parece sacada de un capítulo de alguna serie de Globomedia que de una auténtica superproducción de Rob Marshall.
 
Es cierto que ya sabíamos que la cinta no era una continuación de las anteriores y que el argumento iba a centrarse en los devenires del pirata interpretado por Johnny Depp. Pero es por ese mismo motivo por el que la película debería haber adoptado otro nombre como “Las absurdas aventuras de Jack Sparrow” o algo similar. Y después, allá el público lo que haga con su tiempo, dinero y salud mental.
 
Si algo bueno tiene esta película, no obstante, es que dudo que pueda dejar a alguien indiferente,  invitando a todos y cada uno de los espectadores al divertido juego de “encuentra las cien incongruencias”.
 
Y creedme que se pasa un gran rato mientras nos preguntamos la relevancia del padre de Jack en esta película. O, más aún, la de la presencia de un [b]Óscar Jaenada[/b] como pirata español, con perpetuos morritos de pataleta infantil, que ni siquiera se ha doblado a sí mismo en la versión en castellano.
 
Y hablando de doblajes, atención a la voz de lentitud mental que le han dado a Astrid Besgès-Frisbey, esa sirena bautizada tan originalmente con el nombre de Syrenia, en medio de un arrebato de amor, por parte del sacerdote que acompaña a la tripulación de Barbanegra.
 
Barbanegra. ¿Qué decir del pirata más temido por todos los piratas? Ese que al principio tiene poderes sobrenaturales, maneja las cuerdas del barco a su voluntad, resucita muertos en sus ratos libres y le sale humillo de las trenzas de su barba. El mismo que, tras dos tediosas horas y pico de película, termina por parecer un abuelete reumático y al cual Barbosa (Geoffrey Rush) se carga con los ojos cerrados, de una puñalada, ante la mirada de dolor de la cargante Penélope Cruz, su hija. Su hija perdida, su mano derecha y su segunda de abordo, a la que el mujeriego Sparrow sedujo hace años en un convento.
 
Si tratan de escribir el guión basándose en una telenovela de las que emiten después de comer y en una canción de Justin Bieber, no les sale mejor.
 
Mi más sincera enhorabuena a Terry Rossio y Ted Elliot, encargados del libreto, por desafiar a las leyes de la naturaleza y conseguir que Jack Sparrow se soltara de sus ataduras saliendo por la parte de arriba del tronco de una palmera (si hay espacio entre las cuerdas y él como para que quepa la copa del árbol, le hubiera bastado con sacarse la cuerda por los pie), por hacer que se deslice de árbol en árbol cual Tarzán, por hacer volver a la sirena Syrenia con los cálices en el momento oportuno (aunque se hubiese escapado segundos antes porque la estaban torturando) y por crear esa relación tan sobrante y carente de sentido entre un sobreexplotado Sparrow y una nefasta Penélope Cruz
.

Al ver que esta amalgama de gags absurdos pegados entre sí podía no terminar de funcionar para todo aquél mayor de doce años o con ganas de ver algo con un poco de sustancia, los guionistas debieron de plantearse, para asegurar el éxito, emplear los tres elementos que más en auge se encuentran en el mundo del celuloide: zombis, vampiros y superhéroes.
 
De ahí que los oficiales de Barbanegra se encuentren “zombificados” (ojo a la palabra), lo cual consiste en ser muy grandes, muy feos y en llevar costuras y pendientes por todas partes. Por lo demás, ni comen gente (que se sepa) ni pintan más que un jarrón en toda la película.
 
La escena de la pelea entre los piratas y las sirenas, aunque borrosa y mal montada,  es de las pocas salvables de la cinta, al menos por la belleza y calidad con que han creado a las criaturas. Al menos hasta que les salen colmillos de vampiro o hasta que lanzan redes, al más puro estilo Spiderman, para atrapar a los marineros.
 
 
También hay que agradecer a Disney la ausencia total de sangre en toda pelea o ataque (la limpieza y el respeto a los aprensivos, ante todo). Peleas en las que apenas se distingue nada a través de una cámara que no parece poder parar de moverse y que, igual son cosas del realismo, pero produce la misma sensación de mareo que estar sobre el mismo barco de Barbanegra.
 
No imagino lo que tiene que haber supuesto verla en 3D.
 
Por decir algo positivo, me quedo con las fotografías promocionales de la película. 
 
Los paisajes y fondos son maravillosos de ver, siempre y cuando la cámara permanezca quieta.

 

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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