Crítica. “Orange is the new black”. Temporada 1: Disfrutable desde el primer momento

A falta de casi nada para cambiar de estación, pocas dudas habrá sobre cuál ha sido la serie más relevante durante este verano (si “Breaking Bad” lo permite). La primeriza “Orange is the new black” ha sido un verdadero éxito pero, ¿qué nos ha deparado su primera temporada?

La serie, salió a la luz a través de Netflix y del tirón. Parte de la historia de Piper Chapman, una joven que debido a su pequeña participación en una red de narcotráfico diez años atrás, es condenada a varios años y de prisión.

Afortunadamente para ella la prisión se encuentra en los EEUU (nada que ver con las condiciones de las cárceles que aparecen en el conocido programa de La Sexta), pero no por ello su vida allí es cómoda ni sencilla.

Comienza con la adaptación a la cárcel y los problemas que le van surgiendo, muchas veces no buscados, pero teniendo una especial habilidad para meterse en todos los berenjenales con su ineptitud para quedarse al margen y sobrellevar su tiempo de reclusión lo mejor posible (evidentemente es una ficción y nosotros se lo agradecemos).

También tiene su importancia la continuidad de la vida fuera de la cárcel, impagable la señora que siempre está en el teléfono de al lado cuando habla con el exterior, donde destacan sus problemas con su prometido Larry (Jason Biggs, “American Pie”), relación que se complica al compartir estancia con Alex, su novia en los tiempos en que cometió el delito, y que interpreta con mucho atino la actriz Laura Prepon.

Pero, por suerte, no todo en la serie son las peripecias de Chapman. A su alrededor se puede ver el mundillo de la cárcel en el que se mezclan las historias de las presas y de sus guardianes, estando todos los personajes muy bien retratados y siendo bastante creíbles todas las relaciones que se establecen en ese pequeño mundo creado entre las que se encuentran privadas de libertad.

La fauna de la cárcel es variada, al haber una gran cantidad de secundarios y darles espacio a todos ellos para desarrollarse, existen muchos personajes que no se recuerdan en otras series de televisión. Este aspecto es el punto más fuerte de la ficción. Para conocer su vida, cómo han acabado allí y sus comportamientos, se recurren a los flashbacks que no molestan nada en el devenir de la historia. Una cocinera rusa relacionada con la mafia, una profesora de yoga asesina, una transexual o una chica convertida en religiosa extrema son algunas de las reclusas que aparecen en la ficción.

Uno de los aspectos más interesantes de la serie está en la evolución continua de los personajes, siendo en especial importante el recorrido que hace la protagonista durante los trece episodios, siendo totalmente diferente la Piper que entra en el correccional con la que acaba en el final de la temporada, uno de los cliffhanger más potentes de los últimos años y que, además de dejarnos con ganas de más, no hace más que nos retumbe una pregunta en la cabeza: “Piper, ¿pero qué has hecho?”.

La serie, con buen ojo, fue renovada días antes de ponerse a disposición del público, así que, afortunadamente, tendremos más peripecias de las presas durante el 2014.